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Un viaje a través del tiempo
Rodrigo Lopes
Brasil
2025.06.10
Tiempo de lectura: 16 minutos

La exposición curada por Ana Beatriz Almeida y Lauren Haynes: "Ancestral: Afro-Américas [Estados Unidos e Brasil]" con más de 100 obras de 73 artistas, propone volver al sueño, el cuerpo y el espacio desde una lectura transversal, en dónde los tres elementos que organizan la exposición se tensionan en el diálogo con las tradiciones occidentales en el arte. Rodrigo Lopes escribe:

 

Cuando la historia psicológica de un pueblo se marca por pérdidas continuas, cuando historias completas son negadas, escondidas, borradas, la documentación se vuelve una obsesión.[1]

La palabra “ancestral” abarca los sentidos de ascendencia, antepasado, persona, continuidad, linaje. Pensar la historia de los pueblos africanos y afrodescendientes en el continente americano implica considerar no sólo el terror de la esclavitud —que comenzó en el siglo XVI—, sino también acoger las herencias culturales que sobrevivieron y precedieron a ese momento de la Historia. Tejer con la memoria es un trabajo delicado.

Con la curaduría de Ana Beatriz Almeida y Lauren Haynes, la exposición Ancestral: Afro-Américas [Estados Unidos e Brasil] aborda la diáspora africana a partir de sus manifestaciones en las artes visuales y reúne más de 100 obras de 73 artistas afrodescendientes de Brasil y de los Estados Unidos, como Abdias do Nascimento, Betye Saar, Emanoel Araújo, Kara WalkerPaulo Nazareth y Faith Ringgold. La exposición ya pasó por el Museo de Arte Brasileño FAAP y por el Centro Cultural Banco do Brasil de Belo Horizonte.

Pinturas, esculturas, fotografías, dibujos, instalaciones, documentos y videos forman parte de la muestra, que celebra los 200 años de relaciones diplomáticas entre ambos países. Con la dirección artística de Marcello Dantas, la muestra está organizada en tres ejes temáticos: Cuerpo, Espacio y Sueño. Justo en la entrada, nos encontramos con una bifurcación, una encrucijada marcada por las esculturas de hierro de José Adário dos Santos: podemos ir a la izquierda, hacia el Cuerpo, o a la derecha, hacia el Espacio. Todos los caminos conducen al Sueño, que los conecta.

La representación del cuerpo negro es uno de los temas centrales. Una de las primeras obras que encontramos es la instalación Leite de Pedra [Leche de Piedra] de Rosana Paulino. Un conjunto de gamellas de madera sostiene pequeñas esculturas de piedra jabonosa que la artista moldea con forma de senos. Como una telaraña, las piezas están conectadas entre sí mediante cintas blancas de satén con cuentas rojas: materiales que evocan la imagen de la leche y la sangre.

La expresión tirar leite de pedra [sacar leche de piedra], en portugués, significa realizar una tarea prácticamente imposible. Se dice cuando alguien logra resultados positivos en un escenario muy desfavorable. Al movilizar esta expresión, la obra evoca el tema de la maternidad, dando continuidad a la producción artística de Paulino, que discute críticamente la experiencia del cuerpo femenino negro desde los años noventa.

En la economía esclavista, la función social de las mujeres negras estaba fuertemente asociada al trabajo doméstico. Para la socióloga Lélia Gonzalez, la “madre negra” no es una traidora de su raza ni un ejemplo extraordinario de amor y dedicación: ella es, simplemente, la madre. Es esta ambigüedad de la maternidad negra en la cultura brasileña la que vislumbramos en la obra de la artista.

Toyia, Kelvin & Erica II forma parte de una serie de retratos en gran formato del fotógrafo Dawoud Bey. A diferencia de las fotos al aire libre que solía producir con cámaras portátiles, Bey utiliza una cámara Polaroid grande y pesada que requería que las imágenes fueran tomadas en estudio. Durante ocho años, las sesiones fotográficas le permitieron involucrarse de manera más prolongada y profunda con cada persona retratada.

La elección de Bey de fotografiar adolescentes negrxs, blancxs, asiáticxs y latinxs o estadounidenses respondía a su interés en cuestionar los estereotipos que comúnmente se les atribuían. En lugar de retratar a estas personas como problemáticas o revoltosas, su intención era mostrarlas con dignidad, tal como ellas deseaban ser vistas. Durante cada sesión, Bey movía la cámara (hacia arriba o hacia los lados) y luego organizaba las fotos resultantes para crear sus obras.

Cada retrato está compuesto por un conjunto de paneles. Al intentar unir las partes para formar la imagen completa, notamos que no encajan perfectamente. El montaje en multipaneles explora los límites de la técnica fotográfica, poniendo en tensión su relación con la representación de la realidad. Como nos recuerda la filósofa Susan Sontag, ninguna fotografía es capaz de capturar por completo la complejidad de una persona.

En un rincón oscuro e iluminado de forma dramática, vemos piezas de cerámica apoyadas sobre pilas de ladrillos: son Djaniras de Jota Mombaça en escena. La presencia del barro señala una mirada a la tierra para reflexionar sobre la experiencia de la migración, la noción de pertenencia y la imprevisibilidad de los cambios climáticos. Lo que está en juego es nuestra relación con el espacio que habitamos.

Inspirada en el álbum Vinte Palavras ao Redor do Sol (1979), de Cátia de França, Mombaça se dedicó a un estudio poético sobre el suelo, excavando las profundidades a través de dibujos, pinturas, performance, video y cerámicas, producidas en el Sertão Negro – Taller y Escuela de Artes, idealizado por el artista Dalton Paula. Estas piezas florecen en el espacio como as filhas do menor chuvisco [las hijas de la más ligera llovizna].

Mezcla de agua y tierra, fluida, materia en constante creación: no son piezas perfectamente lisas, sino que presentan huellas del contacto con las manos de la artista. También a través de los matices de color se manifiesta la materialidad del barro: ocre y marrón adornan la superficie mate y opaca de las obras. Su trabajo es un eco del vínculo inevitable entre nosotrxs y el planeta que habitamos: todo cuerpo se convertirá en materia y retornará a la Tierra.

Tres chicas negras están recostadas sobre el césped. Visten ropa con estampados florales y posan de manera bucólica. Sus rostros y cuerpos han sido cuidadosamente alineados en la composición de la imagen. La mirada de la figura central se dirige directamente a la cámara y a nosotrxs. Por un momento, quedamos suspendidxs en ese instante de descanso.

May Flowers [Flores de mayo] , de Carrie Mae Weems, forma parte de la serie May Days Long Forgotten [Días de mayo ya olvidados], que no sólo celebra la llegada de la primavera sino que hace referencia al Primero de Mayo, Día Internacional de lxs Trabajadorxs. Clase, raza y género son aspectos centrales en la obra de la artista, desarrollada a lo largo de más de 40 años.

Para retratar a estas chicas de familias trabajadoras de Estados Unidos, Weems recurre a elementos históricos de la pintura y la fotografía: el formato tondo, un encuadre circular en primer plano —popularizado en el Renacimiento italiano—, combinado con el tono sepia que otorga un aire histórico a la imagen, haciendo que la obra parezca algo que podríamos encontrar en la sala de estar de una casa del siglo XIX.

Algunas obras presentes en la exposición dialogan con la historia del arte occidental, lo que permite una revisión crítica de esta disciplina, sus cánones y sus implicaciones para el pensamiento crítico. Una de ellas es Cama Romeu e Julieta [La cama de Romeo y Julieta] de Arthur Bispo do Rosário. Se cuenta que la dedicó a la psicóloga Rosângela Magalhães, en ocasión de su salida de la Colônia Juliano Moreira, institución psiquiátrica ubicada en Río de Janeiro —donde vivió recluido por más de medio siglo (y que hoy alberga el Museo Bispo do Rosário).Su intención era representar, junto a Rosângela, la historia escrita por Shakespeare. Un clásico de la dramaturgia inglesa del siglo XVI , el cual narra la historia de dos enamoradxs que viven un amor prohibido. Ante los intentos frustrados de desafiar el destino para poder estar juntxs, eligen la muerte.

Hecha de madera y telas, la cama sugiere las ideas de despedida, intimidad y deseo. Un objeto doméstico que funciona como un portal, conectando el sueño con la realidad. La cama, al igual que sus estandartes, cintas y bordados, da testimonio del compromiso y la dedicación de Bispo con su misión en la Tierra —que le fue revelada por una voz: inventariar todas las cosas del mundo para el día del juicio final.

Otra obra presente es la escultura Las Meninas de Simone Leigh. Con casi dos metros de altura, la figura femenina está de pie, con las manos en la cintura y el torso desnudo. Una presencia monumental. Sin embargo, esa naturaleza imponente y firme contrasta con su rostro: lo que vemos es un agujero, un vacío en la cabeza rodeado por delicadas rosetas de porcelana que recuerdan la forma de conchas.

El torso de la obra, modelado en terracota, fue pintado con esmalte blanco, inspirado en tradiciones de pintura corporal, como los rituales ancestrales de comunicación con lxs muertxqs en Haití y el uso de arcilla blanca en Sudáfrica para proteger la piel del sol. La escultura lleva una voluminosa falda hecha de rafia seca, material que aparece en otras obras de la artista, y su forma se inspira tanto en la tradición religiosa afrobrasileña del candomblé, como en la arquitectura de las casas de las comunidades Mousgoum, en Camerún. 

El título de la obra hace referencia a la famosa pintura de Diego Velázquez realizada en 1656, que retrata a la infanta Margarita Teresa con su comitiva de la corte española. El complejo juego óptico presente en ese retrato familiar es incorporado por la escultura, que invita a quien la observa a detenerse en el misterio. 

En el ensayo En nuestra gloria: Fotografía y vida negra (1995), la escritora bell hooks reflexiona que la lucha por los derechos civiles no debe estar separada de la lucha por las imágenes. Así como podemos escuchar historias sobre nuestros antepasados frente a paredes llenas de fotos, las obras reunidas parecen componer una genealogía pictórica de la diáspora: una forma de protegernos frente a las pérdidas del pasado.

*Notas a pie*

[1]

 bell hooks, En nuestra gloria: Fotografía y vida negra (1995).

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Cuando la historia psicológica de un pueblo se marca por pérdidas continuas, cuando historias completas son negadas, escondidas, borradas, la documentación se vuelve una obsesión.[1]

La palabra “ancestral” abarca los sentidos de ascendencia, antepasado, persona, continuidad, linaje. Pensar la historia de los pueblos africanos y afrodescendientes en el continente americano implica considerar no sólo el terror de la esclavitud —que comenzó en el siglo XVI—, sino también acoger las herencias culturales que sobrevivieron y precedieron a ese momento de la Historia. Tejer con la memoria es un trabajo delicado.

Con la curaduría de Ana Beatriz Almeida y Lauren Haynes, la exposición Ancestral: Afro-Américas [Estados Unidos e Brasil] aborda la diáspora africana a partir de sus manifestaciones en las artes visuales y reúne más de 100 obras de 73 artistas afrodescendientes de Brasil y de los Estados Unidos, como Abdias do Nascimento, Betye Saar, Emanoel Araújo, Kara WalkerPaulo Nazareth y Faith Ringgold. La exposición ya pasó por el Museo de Arte Brasileño FAAP y por el Centro Cultural Banco do Brasil de Belo Horizonte.

Pinturas, esculturas, fotografías, dibujos, instalaciones, documentos y videos forman parte de la muestra, que celebra los 200 años de relaciones diplomáticas entre ambos países. Con la dirección artística de Marcello Dantas, la muestra está organizada en tres ejes temáticos: Cuerpo, Espacio y Sueño. Justo en la entrada, nos encontramos con una bifurcación, una encrucijada marcada por las esculturas de hierro de José Adário dos Santos: podemos ir a la izquierda, hacia el Cuerpo, o a la derecha, hacia el Espacio. Todos los caminos conducen al Sueño, que los conecta.

La representación del cuerpo negro es uno de los temas centrales. Una de las primeras obras que encontramos es la instalación Leite de Pedra [Leche de Piedra] de Rosana Paulino. Un conjunto de gamellas de madera sostiene pequeñas esculturas de piedra jabonosa que la artista moldea con forma de senos. Como una telaraña, las piezas están conectadas entre sí mediante cintas blancas de satén con cuentas rojas: materiales que evocan la imagen de la leche y la sangre.

La expresión tirar leite de pedra [sacar leche de piedra], en portugués, significa realizar una tarea prácticamente imposible. Se dice cuando alguien logra resultados positivos en un escenario muy desfavorable. Al movilizar esta expresión, la obra evoca el tema de la maternidad, dando continuidad a la producción artística de Paulino, que discute críticamente la experiencia del cuerpo femenino negro desde los años noventa.

En la economía esclavista, la función social de las mujeres negras estaba fuertemente asociada al trabajo doméstico. Para la socióloga Lélia Gonzalez, la “madre negra” no es una traidora de su raza ni un ejemplo extraordinario de amor y dedicación: ella es, simplemente, la madre. Es esta ambigüedad de la maternidad negra en la cultura brasileña la que vislumbramos en la obra de la artista.

Toyia, Kelvin & Erica II forma parte de una serie de retratos en gran formato del fotógrafo Dawoud Bey. A diferencia de las fotos al aire libre que solía producir con cámaras portátiles, Bey utiliza una cámara Polaroid grande y pesada que requería que las imágenes fueran tomadas en estudio. Durante ocho años, las sesiones fotográficas le permitieron involucrarse de manera más prolongada y profunda con cada persona retratada.

La elección de Bey de fotografiar adolescentes negrxs, blancxs, asiáticxs y latinxs o estadounidenses respondía a su interés en cuestionar los estereotipos que comúnmente se les atribuían. En lugar de retratar a estas personas como problemáticas o revoltosas, su intención era mostrarlas con dignidad, tal como ellas deseaban ser vistas. Durante cada sesión, Bey movía la cámara (hacia arriba o hacia los lados) y luego organizaba las fotos resultantes para crear sus obras.

Cada retrato está compuesto por un conjunto de paneles. Al intentar unir las partes para formar la imagen completa, notamos que no encajan perfectamente. El montaje en multipaneles explora los límites de la técnica fotográfica, poniendo en tensión su relación con la representación de la realidad. Como nos recuerda la filósofa Susan Sontag, ninguna fotografía es capaz de capturar por completo la complejidad de una persona.

En un rincón oscuro e iluminado de forma dramática, vemos piezas de cerámica apoyadas sobre pilas de ladrillos: son Djaniras de Jota Mombaça en escena. La presencia del barro señala una mirada a la tierra para reflexionar sobre la experiencia de la migración, la noción de pertenencia y la imprevisibilidad de los cambios climáticos. Lo que está en juego es nuestra relación con el espacio que habitamos.

Inspirada en el álbum Vinte Palavras ao Redor do Sol (1979), de Cátia de França, Mombaça se dedicó a un estudio poético sobre el suelo, excavando las profundidades a través de dibujos, pinturas, performance, video y cerámicas, producidas en el Sertão Negro – Taller y Escuela de Artes, idealizado por el artista Dalton Paula. Estas piezas florecen en el espacio como as filhas do menor chuvisco [las hijas de la más ligera llovizna].

Mezcla de agua y tierra, fluida, materia en constante creación: no son piezas perfectamente lisas, sino que presentan huellas del contacto con las manos de la artista. También a través de los matices de color se manifiesta la materialidad del barro: ocre y marrón adornan la superficie mate y opaca de las obras. Su trabajo es un eco del vínculo inevitable entre nosotrxs y el planeta que habitamos: todo cuerpo se convertirá en materia y retornará a la Tierra.

Tres chicas negras están recostadas sobre el césped. Visten ropa con estampados florales y posan de manera bucólica. Sus rostros y cuerpos han sido cuidadosamente alineados en la composición de la imagen. La mirada de la figura central se dirige directamente a la cámara y a nosotrxs. Por un momento, quedamos suspendidxs en ese instante de descanso.

May Flowers [Flores de mayo] , de Carrie Mae Weems, forma parte de la serie May Days Long Forgotten [Días de mayo ya olvidados], que no sólo celebra la llegada de la primavera sino que hace referencia al Primero de Mayo, Día Internacional de lxs Trabajadorxs. Clase, raza y género son aspectos centrales en la obra de la artista, desarrollada a lo largo de más de 40 años.

Para retratar a estas chicas de familias trabajadoras de Estados Unidos, Weems recurre a elementos históricos de la pintura y la fotografía: el formato tondo, un encuadre circular en primer plano —popularizado en el Renacimiento italiano—, combinado con el tono sepia que otorga un aire histórico a la imagen, haciendo que la obra parezca algo que podríamos encontrar en la sala de estar de una casa del siglo XIX.

Algunas obras presentes en la exposición dialogan con la historia del arte occidental, lo que permite una revisión crítica de esta disciplina, sus cánones y sus implicaciones para el pensamiento crítico. Una de ellas es Cama Romeu e Julieta [La cama de Romeo y Julieta] de Arthur Bispo do Rosário. Se cuenta que la dedicó a la psicóloga Rosângela Magalhães, en ocasión de su salida de la Colônia Juliano Moreira, institución psiquiátrica ubicada en Río de Janeiro —donde vivió recluido por más de medio siglo (y que hoy alberga el Museo Bispo do Rosário).Su intención era representar, junto a Rosângela, la historia escrita por Shakespeare. Un clásico de la dramaturgia inglesa del siglo XVI , el cual narra la historia de dos enamoradxs que viven un amor prohibido. Ante los intentos frustrados de desafiar el destino para poder estar juntxs, eligen la muerte.

Hecha de madera y telas, la cama sugiere las ideas de despedida, intimidad y deseo. Un objeto doméstico que funciona como un portal, conectando el sueño con la realidad. La cama, al igual que sus estandartes, cintas y bordados, da testimonio del compromiso y la dedicación de Bispo con su misión en la Tierra —que le fue revelada por una voz: inventariar todas las cosas del mundo para el día del juicio final.

Otra obra presente es la escultura Las Meninas de Simone Leigh. Con casi dos metros de altura, la figura femenina está de pie, con las manos en la cintura y el torso desnudo. Una presencia monumental. Sin embargo, esa naturaleza imponente y firme contrasta con su rostro: lo que vemos es un agujero, un vacío en la cabeza rodeado por delicadas rosetas de porcelana que recuerdan la forma de conchas.

El torso de la obra, modelado en terracota, fue pintado con esmalte blanco, inspirado en tradiciones de pintura corporal, como los rituales ancestrales de comunicación con lxs muertxqs en Haití y el uso de arcilla blanca en Sudáfrica para proteger la piel del sol. La escultura lleva una voluminosa falda hecha de rafia seca, material que aparece en otras obras de la artista, y su forma se inspira tanto en la tradición religiosa afrobrasileña del candomblé, como en la arquitectura de las casas de las comunidades Mousgoum, en Camerún. 

El título de la obra hace referencia a la famosa pintura de Diego Velázquez realizada en 1656, que retrata a la infanta Margarita Teresa con su comitiva de la corte española. El complejo juego óptico presente en ese retrato familiar es incorporado por la escultura, que invita a quien la observa a detenerse en el misterio. 

En el ensayo En nuestra gloria: Fotografía y vida negra (1995), la escritora bell hooks reflexiona que la lucha por los derechos civiles no debe estar separada de la lucha por las imágenes. Así como podemos escuchar historias sobre nuestros antepasados frente a paredes llenas de fotos, las obras reunidas parecen componer una genealogía pictórica de la diáspora: una forma de protegernos frente a las pérdidas del pasado.

*Notas a pie*

[1]

 bell hooks, En nuestra gloria: Fotografía y vida negra (1995).