Las letras se perfilan en formación de alistadas palabras alineadas componiendo frases rígidas y ordenadas en columnas que, disfrazadas de una razón esquemática, avanzan por divisiones de párrafos rectamente justificados por la progresiva ocupación del espacio. ¿Cómo proceder sin que en la escritura predominen comandos militaristas? ¿Cómo sabotear el belicismo de la gramática y su instrumentalización por el sentido de victoria? ¿Cómo rechazar el triunfalismo de las insignias que condecoran la lógica argumentativa en proyectos que retumban la ocupación colonial: escalamiento jerárquico, conquista, dominación, expansión territorial y expolio?
A veces más vale ser recordada por lo que no se hizo o por lo que se dejó de hacer, que por lo que se hace. Declaro objeción de conciencia, como quien busca sintonizar modos colectivos para rechazar la hipocresía y los dispositivos de garantía de prestigio personal y de permanencia en los sistemas de legitimación institucional disimulados a través de la ambigüedad estratégica.
En 2024, la revista Terremoto —en su versión digital— publicó un fragmento de Resiliências artísticas[2] y me comisionó un nuevo texto en resonancia con su programa Travesías. Entre respiraciones cortas y jadeantes, oscilaciones de des/esperanza permeadas de incertidumbres paralizantes, pasados más de 18 meses de re-escritura, A lo que queda re-actualiza y extiende reflexiones desde, sobre, y a partir de la noción de residencia, intentando hacer un rescate, ponerla en fuga de las dominantes reducciones operadas por la modulación del mundo del arte. Para eso, tomo la noción de residencia como medio y vehículo, como lugar para y desde dónde pensar la habitabilidad, lo que es inseparable de las condiciones de habitabilidad, es decir, condiciones que van más allá de la supervivencia y que exigen la reafirmación de compromisos.
¿Sería posible que en el desplazamiento de profesionales a residencias temporales en el contexto de las artes no predominen procesos de colonialismo, ocupación, extracción y acumulación privada?
Creo en la necesidad de procesos para eliminar ambigüedades que convoquen a la materialidad de las palabras, planteando a partir de escalas donde toda correspondencia significa estar en relación de codependencia. Busco huir de conceptos de consistencia especulativa cuyas directrices formalistas funcionan como dispositivos ontoepistémicos de des/figuración colonial-moderna haciéndose disponibles, esto es, dando acceso a la extracción y la acumulación privada de poder y valor, perpetuando sistemas de desposesión y sujeción.
Pienso en redimensionamientos, en descontextualizar el desplazamiento de profesionales y otrxs agentes hacia la modalidad de residencia temporal en el contexto de las artes, sus hermenéuticas y sistemas. Cuando retiramos lo “artístico” nos queda el acto de residir, o mejor dicho la palabra residencia adquiere un carácter verbal, sinónimo de co-habitar. Y cohabitar implica una decisión para y por la vida. Cuando lo que nos queda en la vida es conspirar —es decir, respirar juntas—, lo hacemos para salir de aquello que encierra lo propio y para abrirnos hacia un espacio de pertenencia mutua.
Este texto es una invitación al cuidado con el uso de las palabras y sus potencias de materialización, prestando especial atención al término residencia, con el fin de rescatarla de los efectos reduccionistas que predominan en los sistemas del mundo del arte. Digo esto porque considero que pensar en residencia debería llevarnos a examinar las formas de segregación que afectan las condiciones planetarias para la existencia. Éstas, distorsionadas por lógicas mercantilistas, son gestionadas como reservas de mercado, restringidas a clubes VIP, inscritas en narrativas escatológicas, mesiánicas y apocalípticas, impuestas desde el reparto de la matriz moderna/colonial, racial, de dominación cis-masculinista, proselitista monoteísta y extractivista.
Encuadre
Considero que la colonialidad constituye una masa de extrema densidad, capaz de generar campos de gravedad que distorsionan todo a su alrededor, intentando convertir cada recurso en disponibilidad, en materia prima que espera —y exige— su formalización. Parto también de la idea de que no hay un espacio-tiempo preexistente, una anterioridad ontológica que lo sostenga todo, que preceda y permanezca de manera prístina e intacta a la presencia de las palabras. Desde ahí, concibo la escritura como una práctica que (co)produce espacios-tiempos para des/ocuparlos.
El reparto del mundo que se autoproclama liberal se formula a partir de vectores ideológicos cuyos fundamentos son morales y binarios —el bien y el mal—, dividiendo el mundo en campos enemigos posicionados en ejes adversarios involucrados en guerras perpetuas, escenas épicas de batallas del bien contra el mal. En tal división, simultáneamente, el mundo liberal se otorga la posición idónea de estar luchando por la libertad, por el bien, por el supuesto bien común, universal. Una libertad encapsulada como plataforma política. Surgen geometrías oportunistas y falsas equivalencias para corporificar polarizaciones inexistentes. La brutalidad y el exterminio no tienen lado: no son un lado, y no hay nada que interpretar o entender allí donde se afirma como lo único, lo absoluto y excluyente. Lo que queda es asumir la dimensión colonial —estructural y estructurante, inherente e inseparable al mundo liberal—, para desentramarnos del secuestro de los imaginarios por parte del campo político. Un campo político que postula que la única salida para el futuro de las personas colonas es el miedo-certeza de su propia aniquilación. Eso no es más que una negación psicótica: una inversión de la realidad material y una canalización constante de la brutalización promovida por la racialización, por la forma estado-nación, que —lo sabemos— sólo puede existir movilizando la violencia. En este cuadro, la sumisión, la sujeción y la desposesión son tan sólo efectos “colaterales”, temporales y secundarios, que piden corrección para alcanzar la superación de las contradicciones actuales en vías de la incorporación y asimilación del bien común, universal y liberal.
A veces, es importante repetir lo obvio: el supuesto contrario del mundo liberal —el mundo iliberal— tampoco es un camino. Del mismo modo, multiplicar los polos o ejes del poder no representa una salida.
El cuadro sostiene el clavo que sostiene la pared
Las formaciones modernas y contemporáneas de los sistemas de las artes participan activamente —de forma in/voluntaria— en la producción de las condiciones ontoepistémicas del mundo colonial-moderno. A pesar de ciertas transformaciones, creo que muchas de las prácticas identificadas como contemporáneas reproducen, perpetúan o simplemente continúan operando dentro del marco de la modernidad. Por eso, insisto: las artes no son víctimas pasivas. Son parte del entramado. Son el cuadro que sostiene el clavo que sostiene la pared. Sin un cambio radical de las prácticas, tengo escasas expectativas de que el arte pueda reclamar para sí el poder producir materia crítica de derribar muros —sin ser, casi inevitablemente, reabsorbido por el individualismo, inscrito en la lógica del lucro personal o atrapado en sistemas de especulación que interiorizan la contabilidad como modo relacional, donde dominan cálculos orientados a minimizar riesgos y maximizar beneficios. Todo ello en función del acúmulo propio, del acúmulo como lo propio. Y lo propio del acúmulo es la propiedad.
Desertemos de las convocatorias y busquemos formulaciones colectivas que invoquen un enredarse en las singularidades de las infinitas escalas de los entrecruces territoriales en los que se aspira inscribirse. Quizá contornos de alguna espesura ética podrán emerger de gestos que no estén preocupados en delinear ni asegurar sus propias condiciones de posibilidad. Pienso en la resonancia destructiva de un huracán y en sintonizar prácticas locales de liberación que tienen alcance planetario.
La brutalidad, el terror
Frente a la intensificación de los horrores planetarios —que son y siempre será necesario recordar—, pienso que hoy es fundamental encuadrar, fijar en el imaginario planetario —sin temor a nada—, el genocidio y la limpieza étnica: la Nakba (catástrofe) del pueblo palestino perpetrada hace décadas por la entidad, el estado-nación de Israel. Pero también, en su contexto imperialista más amplio, no podemos olvidar sus ataques a Cisjordania, Irán, Líbano, Yemen y Siria, junto al llamado “Occidente colectivo”, señalando la co-responsabilidad —sobre todo junto a los EE.UU. e Inglaterra—, en las devastaciones en Irak. Colonialismo e imperialismo caminan de manos dadas. Del río al mar, la Liberación Palestina es liberación planetaria.
En 2023, ACNUR estimó que 1.5% de la población mundial estaba en desplazamiento forzado,[3] siendo que en junio de 2024 se estimaba en un número superior a los 120 millones de personas[4] forzadamente desplazadas en el planeta. El aumento de personas desplazadas es el correlato de las guerras coloniales y genocidas por hegemonía, así como del control de materiales como en Sudán y la República Democrática del Congo. Para muchas de estas personas en desplazamiento forzado, la realidad consiste en vivir lo temporal de manera permanente, ya sea en campamentos de personas convertidas en refugiadas, en campos de detención, a lo largo de fronteras, en desplazamiento continuo, desplazadas de la humanidad, desplazadas por la humanidad. Estas personas nacieron, respiran, tienen nombres, sueños, amores, tienen miedos, juegan, pelean, tienen frustraciones, piensan, ríen y tienen esperanza; viven, a pesar de todo, a pesar de este mundo y mientras aún pueden.
En el mundo, el número de personas a las que se les ha impuesto la condición carcelaria, personas que respiran, que tienen nombre, amores y miedos, cuya función en la producción del capitalismo —que, vale recordar, es siempre racial— fue localizada fuera de la ley, suma los 11 millones de personas.[5] Vale recordar que la racialización es determinante para la atribución de la condición de encarcelamiento, en la que inciden también marcadores socioeconómicos, pertenencia a corrientes políticas y culturales, homo- y trans- afectividades y sexualidades que no corresponden a lo que es violentamente impuesto como norma, así como prácticas espirituales y modos de vida asociados a cosmovisiones no hegemónicas. En 2024, en Brasil, más de 632,000 personas estaban formalmente en custodia legal del estado y tenían la prisión como residencia temporal.[6] Más de 2 mil millones de personas, es decir, más de un cuarto de la población del planeta, formalmente reconocida como humana, no tiene acceso a agua potable y saneamiento básico en su residencia.[7]
Si bien los números pueden dimensionar la escala del horror, su carácter abstracto también puede operar como una forma de alejamiento que roza la separación, a medio camino de la desensibilización.
Tierra
En 2020, la masa antropogénica, es decir, de materiales y objetos producidos por la humanidad superó el total de la biomasa, de la masa de materia viva existente en el planeta.[8] Se estiman entre 125 y 250 millones de objetos nuevos de arte hechos cada año.[9] Las condiciones de posibilidad para la vida están siendo convertidas en escasas en su total inscripción en la economía especulativa, mientras que determinadas partes del planeta son convertidas en inhabitables. En este contexto de devastación, se multiplican los programas de residencias artísticas.
¿Cómo se dirige el enunciado “si acaso estás en la ciudad” si no a un tipo de mecanismo formal de acumulación de valor simbólico? Un dispositivo cuyo principio es casi un mensaje vacío donde importa que el mundo sepa que está sucediendo algo en algún lugar,[10] cualquier cosa en cualquier lugar. Incluso, poco importa si alguien verá algo, así sea de manera remota, o si el mensaje será leído, lo que importa es que el mayor número de personas que de alguna manera están insertas en sistemas de circulación y producción de valor lo sepan. La circulación se convirtió en la mercancía.
¿Qué significa desplazarse en un mundo homogeneizado, hecho de paisajes interminables e intercambiables de monoculturas —intensivos y extensivos— o de urbes desfiguradas convertidas en centros comerciales a cielo abierto, escenografías repetidas con las mismas tiendas que coreografían una vida instagrameable de auto-mercantilización voluntaria? En las redes, enunciar se convierte en anunciar y poco importa lo que se dice, mientras se diga algo —lo que sea—, con tal de alimentar el feed, en un mundo cada vez más verticalizado por el scroll (desplazamiento) infinito.
Tensionar el desplazamiento de profesionales de las artes para residencia temporal más allá de los contornos de las hermenéuticas de los sistemas, narrativas y de los mundos del arte debe, a mi parecer, seguir el horizonte ético formulado por Denise Ferreira da Silva: “El fin del mundo como/a medida en que lo conocemos”.
Simulaciones en un mundo de espejos
En 2014, en el texto Resiliências artísticas, hacía un ejercicio de futurología al hablar de residencias remotas, cuestionando la necesidad del desplazamiento geográfico de profesionales de las artes con fines de residencia artística frente a un mundo cada vez más mono(a)culturado, de homogeneización del campo y de las urbes, así como de los modos de vida y de subjetivación. La pandemia del SARS-CoV-2 (COVID-19) normalizó el oxímoron “residencias remotas”, ampliando márgenes de rentabilidad. Pronto veremos la implementación de programas de residencia artística por medio de las dichas interfaces máquina-hombre, donde artistas y curadoras podrán elegir sus avatares o hacer residencias en simulaciones digitales de tipo metaverso. De esa manera, podemos pensar que podremos descartar el desplazamiento físico de personas por el desplazamiento a otros cuerpos, donde las profesionales del arte puedan estar en residencia sin salir de su cama. El desplazamiento a un contexto “extranjero” podrá proporcionar la oportunidad de ser racializada de manera diferente, de experimentar otro género, ser vista como inmigrante. Campos de concentración desafectados han sido transformados en hoteles de lujo, prisiones en instalaciones para pernoctar, donde se ofrecen experiencias controladas y simuladas de lo que pudo ser, fue, es el terror de individuos y grupos.
Residencias temporales en la vida ajena como forma de acúmulo. Sabemos que para algunas personas esto ya ocurre: no hay desplazamiento real en el desplazamiento físico, porque todo ha sido absorbido por la interiorización del departamento de contabilidad y de relaciones públicas. Es decir, para algunas personas, desplazarse no es una necesidad impuesta por los sistemas coloniales-imperialistas-capitalistas, sino el deseo compulsivo de acumulación personal. Salir de su contexto no representa una fuga, y sí un disfraz, la disimulación de una situación de privilegio extremo en un aparente “anonimato”. En estos casos, el desplazamiento no apunta a una residencia, sino a la instalación de un offshore. No hay riesgo, sólo inversión —una apuesta segura—, porque siempre existe la posibilidad de volver sin consecuencia alguna. Servicios de residencia deep fake financiados por fundaciones propias. Algo entre el hiperrealismo y el hype-realismo.
La colonialidad siempre fue posverdad. La novedad en la modalidad fake news, de narrativas en disputa, de cultura del consenso, de la economía de la des/atención, de la producción y administración de una-misma, de binarismos de tipo te quiero–no te quiero, son los formatos portables del mundo en el bolsillo. El imperativo categórico de la ubicuidad.
Quizá una de las potencialidades de las residencias en el campo de las artes sería funcionar como lugar de ensayos de colapso colectivo, crear espacio-tiempos donde experimentar las fracturas de la sociabilidad, ver juntas lo que el arte hace con la gente; individualidad y competitividad asfixiantes. Creo que nos falta activar a partir de la residencia la potencia de implicación en prácticas y experimentos colectivos y colectivizantes para cuidar-nos de la fragmentación personal, la disociación psíquica y la atomización social. ¿Pero cómo generar encuentros entre personas cuando lo relacional se confundió con lo transaccional?
Quiero, de puño propio, escribirte una carta que comience más o menos así:
Necesitamos encontrarnos en secreto.
__________________
[1] El título original de este texto, inicialmente escrito en portugués es Ao que resta y contiene su definición, esta que aquí versamos al español: Restar. Verbo intransitivo: 1) Existir después de la destrucción, de la supresión o dispersión de cosas o personas. Escapar; quedar (ficar); huir; mantener-se; oponer-se; permanecer (firme); persistir; remanecer; resistir; sobrar; sobrevivir; subsistir; soportar. 2) Ser persona deudora de. Verbo intransitivo: 3) Disminuir, substraer. 4) Faltar, concluir; quedar en deuda, inacabado. 5) Sobejar. 6) Todavía, tener.
[2] Amilcar Packer, “Resiliências artísticas”, en Mapeamento de Residências Artísticas no Brasil (Río de Janeiro: FUNARTE, 2014). Texto encargado por Ana Vasconcelos, co-editora de la publicación. Enlace a la versión completa en portugués: https://sistema.funarte.gov.br/noticias-antigas/?p=71706; enlace a la versión editada por Terremoto en español e inglés, publicada el 4 de mayo de 2024: https://terremoto.mx/nota/65481/resiliencias-artisticas.
[3] ACNUR, “Tendencias Globales”. Consultado en: https://www.acnur.org/tendencias-globales.
[4] European Civil Protection and Humanitarian Aid Operations, “Forced displacement. Refugees, asylum-seekers, and internally displaced persons (IDPs)”. Consultado en: https://civil-protection-humanitarian-aid.ec.europa.eu/what/humanitarian-aid/forced-displacement_en.
[5] UNODC, Prison Matters 2024: Global Prison Population and Trends; A Focus on Rehabilitation (United Nations, 2024). Consultado en: https://www.unodc.org/documents/data-and-analysis/briefs/Prison_brief_2024.pdf. Penal Reform International, “Global Prison Trends 2023”. Consultado en: https://www.penalreform.org/global-prison-trends-2023/. Prison Studies, “Highest to Lowest – Prison Population Total”. Consultado en: https://www.prisonstudies.org/highest-to-lowest/prison-population-total?field_region_taxonomy_tid=All.
[6] Ministério da justiça e Segurança Pública, “SENAPPEN divulga Levantamento de Informações Penitenciárias referente ao primeiro semestre de 2024” (11 de octubre, 2024). Consultado en: https://www.gov.br/senappen/pt-br/assuntos/noticias/senappen-divulga-levantamento-de-informacoes-penitenciarias-referente-ao-primeiro-semestre-de-2024.
[7] Naciones Unidas, “Más de 2000 millones de personas no tienen acceso a agua potable ni saneamiento básico”. Consultado en abril de 2025, en: https://www.un.org/es/desa/new-un-water-development-report.
[8] Iberdrola, “La masa antropogénica generada por el ser humano”. Consultado en: https://www.iberdrola.com/documents/20125/40495/Infografia_Antropoceno.pdf/91e3a9bb-791a-1981-6ae3-b2a0fc1103a1?t=1634281284201.
[9] Julien Delagrange, “Art World Statistics Every Artist Needs to Know”, en Contemporary Art Issue (2 de diciembre, 2023). Consultado en: https://www.contemporaryartissue.com/art-world-statistics-every-artist-needs-to-know/.
[10] If you happen to be in town.
Las letras se perfilan en formación de alistadas palabras alineadas componiendo frases rígidas y ordenadas en columnas que, disfrazadas de una razón esquemática, avanzan por divisiones de párrafos rectamente justificados por la progresiva ocupación del espacio. ¿Cómo proceder sin que en la escritura predominen comandos militaristas? ¿Cómo sabotear el belicismo de la gramática y su instrumentalización por el sentido de victoria? ¿Cómo rechazar el triunfalismo de las insignias que condecoran la lógica argumentativa en proyectos que retumban la ocupación colonial: escalamiento jerárquico, conquista, dominación, expansión territorial y expolio?
A veces más vale ser recordada por lo que no se hizo o por lo que se dejó de hacer, que por lo que se hace. Declaro objeción de conciencia, como quien busca sintonizar modos colectivos para rechazar la hipocresía y los dispositivos de garantía de prestigio personal y de permanencia en los sistemas de legitimación institucional disimulados a través de la ambigüedad estratégica.
En 2024, la revista Terremoto —en su versión digital— publicó un fragmento de Resiliências artísticas[2] y me comisionó un nuevo texto en resonancia con su programa Travesías. Entre respiraciones cortas y jadeantes, oscilaciones de des/esperanza permeadas de incertidumbres paralizantes, pasados más de 18 meses de re-escritura, A lo que queda re-actualiza y extiende reflexiones desde, sobre, y a partir de la noción de residencia, intentando hacer un rescate, ponerla en fuga de las dominantes reducciones operadas por la modulación del mundo del arte. Para eso, tomo la noción de residencia como medio y vehículo, como lugar para y desde dónde pensar la habitabilidad, lo que es inseparable de las condiciones de habitabilidad, es decir, condiciones que van más allá de la supervivencia y que exigen la reafirmación de compromisos.
¿Sería posible que en el desplazamiento de profesionales a residencias temporales en el contexto de las artes no predominen procesos de colonialismo, ocupación, extracción y acumulación privada?
Creo en la necesidad de procesos para eliminar ambigüedades que convoquen a la materialidad de las palabras, planteando a partir de escalas donde toda correspondencia significa estar en relación de codependencia. Busco huir de conceptos de consistencia especulativa cuyas directrices formalistas funcionan como dispositivos ontoepistémicos de des/figuración colonial-moderna haciéndose disponibles, esto es, dando acceso a la extracción y la acumulación privada de poder y valor, perpetuando sistemas de desposesión y sujeción.
Pienso en redimensionamientos, en descontextualizar el desplazamiento de profesionales y otrxs agentes hacia la modalidad de residencia temporal en el contexto de las artes, sus hermenéuticas y sistemas. Cuando retiramos lo “artístico” nos queda el acto de residir, o mejor dicho la palabra residencia adquiere un carácter verbal, sinónimo de co-habitar. Y cohabitar implica una decisión para y por la vida. Cuando lo que nos queda en la vida es conspirar —es decir, respirar juntas—, lo hacemos para salir de aquello que encierra lo propio y para abrirnos hacia un espacio de pertenencia mutua.
Este texto es una invitación al cuidado con el uso de las palabras y sus potencias de materialización, prestando especial atención al término residencia, con el fin de rescatarla de los efectos reduccionistas que predominan en los sistemas del mundo del arte. Digo esto porque considero que pensar en residencia debería llevarnos a examinar las formas de segregación que afectan las condiciones planetarias para la existencia. Éstas, distorsionadas por lógicas mercantilistas, son gestionadas como reservas de mercado, restringidas a clubes VIP, inscritas en narrativas escatológicas, mesiánicas y apocalípticas, impuestas desde el reparto de la matriz moderna/colonial, racial, de dominación cis-masculinista, proselitista monoteísta y extractivista.
Encuadre
Considero que la colonialidad constituye una masa de extrema densidad, capaz de generar campos de gravedad que distorsionan todo a su alrededor, intentando convertir cada recurso en disponibilidad, en materia prima que espera —y exige— su formalización. Parto también de la idea de que no hay un espacio-tiempo preexistente, una anterioridad ontológica que lo sostenga todo, que preceda y permanezca de manera prístina e intacta a la presencia de las palabras. Desde ahí, concibo la escritura como una práctica que (co)produce espacios-tiempos para des/ocuparlos.
El reparto del mundo que se autoproclama liberal se formula a partir de vectores ideológicos cuyos fundamentos son morales y binarios —el bien y el mal—, dividiendo el mundo en campos enemigos posicionados en ejes adversarios involucrados en guerras perpetuas, escenas épicas de batallas del bien contra el mal. En tal división, simultáneamente, el mundo liberal se otorga la posición idónea de estar luchando por la libertad, por el bien, por el supuesto bien común, universal. Una libertad encapsulada como plataforma política. Surgen geometrías oportunistas y falsas equivalencias para corporificar polarizaciones inexistentes. La brutalidad y el exterminio no tienen lado: no son un lado, y no hay nada que interpretar o entender allí donde se afirma como lo único, lo absoluto y excluyente. Lo que queda es asumir la dimensión colonial —estructural y estructurante, inherente e inseparable al mundo liberal—, para desentramarnos del secuestro de los imaginarios por parte del campo político. Un campo político que postula que la única salida para el futuro de las personas colonas es el miedo-certeza de su propia aniquilación. Eso no es más que una negación psicótica: una inversión de la realidad material y una canalización constante de la brutalización promovida por la racialización, por la forma estado-nación, que —lo sabemos— sólo puede existir movilizando la violencia. En este cuadro, la sumisión, la sujeción y la desposesión son tan sólo efectos “colaterales”, temporales y secundarios, que piden corrección para alcanzar la superación de las contradicciones actuales en vías de la incorporación y asimilación del bien común, universal y liberal.
A veces, es importante repetir lo obvio: el supuesto contrario del mundo liberal —el mundo iliberal— tampoco es un camino. Del mismo modo, multiplicar los polos o ejes del poder no representa una salida.
El cuadro sostiene el clavo que sostiene la pared
Las formaciones modernas y contemporáneas de los sistemas de las artes participan activamente —de forma in/voluntaria— en la producción de las condiciones ontoepistémicas del mundo colonial-moderno. A pesar de ciertas transformaciones, creo que muchas de las prácticas identificadas como contemporáneas reproducen, perpetúan o simplemente continúan operando dentro del marco de la modernidad. Por eso, insisto: las artes no son víctimas pasivas. Son parte del entramado. Son el cuadro que sostiene el clavo que sostiene la pared. Sin un cambio radical de las prácticas, tengo escasas expectativas de que el arte pueda reclamar para sí el poder producir materia crítica de derribar muros —sin ser, casi inevitablemente, reabsorbido por el individualismo, inscrito en la lógica del lucro personal o atrapado en sistemas de especulación que interiorizan la contabilidad como modo relacional, donde dominan cálculos orientados a minimizar riesgos y maximizar beneficios. Todo ello en función del acúmulo propio, del acúmulo como lo propio. Y lo propio del acúmulo es la propiedad.
Desertemos de las convocatorias y busquemos formulaciones colectivas que invoquen un enredarse en las singularidades de las infinitas escalas de los entrecruces territoriales en los que se aspira inscribirse. Quizá contornos de alguna espesura ética podrán emerger de gestos que no estén preocupados en delinear ni asegurar sus propias condiciones de posibilidad. Pienso en la resonancia destructiva de un huracán y en sintonizar prácticas locales de liberación que tienen alcance planetario.
La brutalidad, el terror
Frente a la intensificación de los horrores planetarios —que son y siempre será necesario recordar—, pienso que hoy es fundamental encuadrar, fijar en el imaginario planetario —sin temor a nada—, el genocidio y la limpieza étnica: la Nakba (catástrofe) del pueblo palestino perpetrada hace décadas por la entidad, el estado-nación de Israel. Pero también, en su contexto imperialista más amplio, no podemos olvidar sus ataques a Cisjordania, Irán, Líbano, Yemen y Siria, junto al llamado “Occidente colectivo”, señalando la co-responsabilidad —sobre todo junto a los EE.UU. e Inglaterra—, en las devastaciones en Irak. Colonialismo e imperialismo caminan de manos dadas. Del río al mar, la Liberación Palestina es liberación planetaria.
En 2023, ACNUR estimó que 1.5% de la población mundial estaba en desplazamiento forzado,[3] siendo que en junio de 2024 se estimaba en un número superior a los 120 millones de personas[4] forzadamente desplazadas en el planeta. El aumento de personas desplazadas es el correlato de las guerras coloniales y genocidas por hegemonía, así como del control de materiales como en Sudán y la República Democrática del Congo. Para muchas de estas personas en desplazamiento forzado, la realidad consiste en vivir lo temporal de manera permanente, ya sea en campamentos de personas convertidas en refugiadas, en campos de detención, a lo largo de fronteras, en desplazamiento continuo, desplazadas de la humanidad, desplazadas por la humanidad. Estas personas nacieron, respiran, tienen nombres, sueños, amores, tienen miedos, juegan, pelean, tienen frustraciones, piensan, ríen y tienen esperanza; viven, a pesar de todo, a pesar de este mundo y mientras aún pueden.
En el mundo, el número de personas a las que se les ha impuesto la condición carcelaria, personas que respiran, que tienen nombre, amores y miedos, cuya función en la producción del capitalismo —que, vale recordar, es siempre racial— fue localizada fuera de la ley, suma los 11 millones de personas.[5] Vale recordar que la racialización es determinante para la atribución de la condición de encarcelamiento, en la que inciden también marcadores socioeconómicos, pertenencia a corrientes políticas y culturales, homo- y trans- afectividades y sexualidades que no corresponden a lo que es violentamente impuesto como norma, así como prácticas espirituales y modos de vida asociados a cosmovisiones no hegemónicas. En 2024, en Brasil, más de 632,000 personas estaban formalmente en custodia legal del estado y tenían la prisión como residencia temporal.[6] Más de 2 mil millones de personas, es decir, más de un cuarto de la población del planeta, formalmente reconocida como humana, no tiene acceso a agua potable y saneamiento básico en su residencia.[7]
Si bien los números pueden dimensionar la escala del horror, su carácter abstracto también puede operar como una forma de alejamiento que roza la separación, a medio camino de la desensibilización.
Tierra
En 2020, la masa antropogénica, es decir, de materiales y objetos producidos por la humanidad superó el total de la biomasa, de la masa de materia viva existente en el planeta.[8] Se estiman entre 125 y 250 millones de objetos nuevos de arte hechos cada año.[9] Las condiciones de posibilidad para la vida están siendo convertidas en escasas en su total inscripción en la economía especulativa, mientras que determinadas partes del planeta son convertidas en inhabitables. En este contexto de devastación, se multiplican los programas de residencias artísticas.
¿Cómo se dirige el enunciado “si acaso estás en la ciudad” si no a un tipo de mecanismo formal de acumulación de valor simbólico? Un dispositivo cuyo principio es casi un mensaje vacío donde importa que el mundo sepa que está sucediendo algo en algún lugar,[10] cualquier cosa en cualquier lugar. Incluso, poco importa si alguien verá algo, así sea de manera remota, o si el mensaje será leído, lo que importa es que el mayor número de personas que de alguna manera están insertas en sistemas de circulación y producción de valor lo sepan. La circulación se convirtió en la mercancía.
¿Qué significa desplazarse en un mundo homogeneizado, hecho de paisajes interminables e intercambiables de monoculturas —intensivos y extensivos— o de urbes desfiguradas convertidas en centros comerciales a cielo abierto, escenografías repetidas con las mismas tiendas que coreografían una vida instagrameable de auto-mercantilización voluntaria? En las redes, enunciar se convierte en anunciar y poco importa lo que se dice, mientras se diga algo —lo que sea—, con tal de alimentar el feed, en un mundo cada vez más verticalizado por el scroll (desplazamiento) infinito.
Tensionar el desplazamiento de profesionales de las artes para residencia temporal más allá de los contornos de las hermenéuticas de los sistemas, narrativas y de los mundos del arte debe, a mi parecer, seguir el horizonte ético formulado por Denise Ferreira da Silva: “El fin del mundo como/a medida en que lo conocemos”.
Simulaciones en un mundo de espejos
En 2014, en el texto Resiliências artísticas, hacía un ejercicio de futurología al hablar de residencias remotas, cuestionando la necesidad del desplazamiento geográfico de profesionales de las artes con fines de residencia artística frente a un mundo cada vez más mono(a)culturado, de homogeneización del campo y de las urbes, así como de los modos de vida y de subjetivación. La pandemia del SARS-CoV-2 (COVID-19) normalizó el oxímoron “residencias remotas”, ampliando márgenes de rentabilidad. Pronto veremos la implementación de programas de residencia artística por medio de las dichas interfaces máquina-hombre, donde artistas y curadoras podrán elegir sus avatares o hacer residencias en simulaciones digitales de tipo metaverso. De esa manera, podemos pensar que podremos descartar el desplazamiento físico de personas por el desplazamiento a otros cuerpos, donde las profesionales del arte puedan estar en residencia sin salir de su cama. El desplazamiento a un contexto “extranjero” podrá proporcionar la oportunidad de ser racializada de manera diferente, de experimentar otro género, ser vista como inmigrante. Campos de concentración desafectados han sido transformados en hoteles de lujo, prisiones en instalaciones para pernoctar, donde se ofrecen experiencias controladas y simuladas de lo que pudo ser, fue, es el terror de individuos y grupos.
Residencias temporales en la vida ajena como forma de acúmulo. Sabemos que para algunas personas esto ya ocurre: no hay desplazamiento real en el desplazamiento físico, porque todo ha sido absorbido por la interiorización del departamento de contabilidad y de relaciones públicas. Es decir, para algunas personas, desplazarse no es una necesidad impuesta por los sistemas coloniales-imperialistas-capitalistas, sino el deseo compulsivo de acumulación personal. Salir de su contexto no representa una fuga, y sí un disfraz, la disimulación de una situación de privilegio extremo en un aparente “anonimato”. En estos casos, el desplazamiento no apunta a una residencia, sino a la instalación de un offshore. No hay riesgo, sólo inversión —una apuesta segura—, porque siempre existe la posibilidad de volver sin consecuencia alguna. Servicios de residencia deep fake financiados por fundaciones propias. Algo entre el hiperrealismo y el hype-realismo.
La colonialidad siempre fue posverdad. La novedad en la modalidad fake news, de narrativas en disputa, de cultura del consenso, de la economía de la des/atención, de la producción y administración de una-misma, de binarismos de tipo te quiero–no te quiero, son los formatos portables del mundo en el bolsillo. El imperativo categórico de la ubicuidad.
Quizá una de las potencialidades de las residencias en el campo de las artes sería funcionar como lugar de ensayos de colapso colectivo, crear espacio-tiempos donde experimentar las fracturas de la sociabilidad, ver juntas lo que el arte hace con la gente; individualidad y competitividad asfixiantes. Creo que nos falta activar a partir de la residencia la potencia de implicación en prácticas y experimentos colectivos y colectivizantes para cuidar-nos de la fragmentación personal, la disociación psíquica y la atomización social. ¿Pero cómo generar encuentros entre personas cuando lo relacional se confundió con lo transaccional?
Quiero, de puño propio, escribirte una carta que comience más o menos así:
Necesitamos encontrarnos en secreto.
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[1] El título original de este texto, inicialmente escrito en portugués es Ao que resta y contiene su definición, esta que aquí versamos al español: Restar. Verbo intransitivo: 1) Existir después de la destrucción, de la supresión o dispersión de cosas o personas. Escapar; quedar (ficar); huir; mantener-se; oponer-se; permanecer (firme); persistir; remanecer; resistir; sobrar; sobrevivir; subsistir; soportar. 2) Ser persona deudora de. Verbo intransitivo: 3) Disminuir, substraer. 4) Faltar, concluir; quedar en deuda, inacabado. 5) Sobejar. 6) Todavía, tener.
[2] Amilcar Packer, “Resiliências artísticas”, en Mapeamento de Residências Artísticas no Brasil (Río de Janeiro: FUNARTE, 2014). Texto encargado por Ana Vasconcelos, co-editora de la publicación. Enlace a la versión completa en portugués: https://sistema.funarte.gov.br/noticias-antigas/?p=71706; enlace a la versión editada por Terremoto en español e inglés, publicada el 4 de mayo de 2024: https://terremoto.mx/nota/65481/resiliencias-artisticas.
[3] ACNUR, “Tendencias Globales”. Consultado en: https://www.acnur.org/tendencias-globales.
[4] European Civil Protection and Humanitarian Aid Operations, “Forced displacement. Refugees, asylum-seekers, and internally displaced persons (IDPs)”. Consultado en: https://civil-protection-humanitarian-aid.ec.europa.eu/what/humanitarian-aid/forced-displacement_en.
[5] UNODC, Prison Matters 2024: Global Prison Population and Trends; A Focus on Rehabilitation (United Nations, 2024). Consultado en: https://www.unodc.org/documents/data-and-analysis/briefs/Prison_brief_2024.pdf. Penal Reform International, “Global Prison Trends 2023”. Consultado en: https://www.penalreform.org/global-prison-trends-2023/. Prison Studies, “Highest to Lowest – Prison Population Total”. Consultado en: https://www.prisonstudies.org/highest-to-lowest/prison-population-total?field_region_taxonomy_tid=All.
[6] Ministério da justiça e Segurança Pública, “SENAPPEN divulga Levantamento de Informações Penitenciárias referente ao primeiro semestre de 2024” (11 de octubre, 2024). Consultado en: https://www.gov.br/senappen/pt-br/assuntos/noticias/senappen-divulga-levantamento-de-informacoes-penitenciarias-referente-ao-primeiro-semestre-de-2024.
[7] Naciones Unidas, “Más de 2000 millones de personas no tienen acceso a agua potable ni saneamiento básico”. Consultado en abril de 2025, en: https://www.un.org/es/desa/new-un-water-development-report.
[8] Iberdrola, “La masa antropogénica generada por el ser humano”. Consultado en: https://www.iberdrola.com/documents/20125/40495/Infografia_Antropoceno.pdf/91e3a9bb-791a-1981-6ae3-b2a0fc1103a1?t=1634281284201.
[9] Julien Delagrange, “Art World Statistics Every Artist Needs to Know”, en Contemporary Art Issue (2 de diciembre, 2023). Consultado en: https://www.contemporaryartissue.com/art-world-statistics-every-artist-needs-to-know/.
[10] If you happen to be in town.